La ALPRO no es una alianza ni es para el progreso

 

Se trata de uno de los instrumentos más sutiles creados por Estados Unidos para mantener su hegemonía sobre América Latina; con ella intervienen en la vida económica, política y militar de nuestro mundo, dominándonos.

Lincoln Gordon, Secretario Adjunto de Estado, Encargado de Asuntos Latinoamericanos (promovido a ese alto cargo por su eficaz participación en el golpe de Estado del Brasil, en donde era Embajador) dictó recientemente una Conferencia sobre la Alianza para el Progreso, ante los cadetes de la Escuela Naval de Annapolis, Michigan (que es el semillero de los oficiales que comandan a los marines). En su disertación el Sr. Gordon afirmó, entre otras cosas, que “Los trazos técnicos (de la ALPRO) son buenos, pero se requiere un nuevo impulso político. Esa es la razón por la cual el Presidente Lyndon B. Johnson viajó a la Ciudad de México y apoyó la idea de una reunión de Jefes de Estado” (para fortalecer los aspectos políticos de la ALPRO).

Y al hacer el balance de la ALPRO el Sr. Gordon afirma que “las estadísticas no cuentan toda la historia de la alianza” como lo demuestra, según el Sr. Gordon, “los centenares de miles de mexicanos que rindieron un clamoroso tributo a nuestro Presidente durante casi tres horas en el camino de quince kilómetros... que constituyó un elocuente testimonio humano de la validez de los principios y programas de la alianza y de nuestra devoción a los mismos”.

¿Qué es la ALPRO, que reviste tanto interés para los Estados Unidos, al grado de que su propio Presidente se decide a viajar al exterior, en su primera visita como mandatario del poderoso vecino del Norte, sólo para fortalecer los aspectos políticos de la Alianza, según la afirmación del Sr. Gordon?

¿Qué está pasando en América Latina (y en el mundo) que pone intranquilos a los Estados Unidos y les decide a fortalecer los lazos con los países latinoamericanos, a través de instrumentos como la ALPRO?

Veamos de cerca los hechos y tratemos de formamos una idea clara del significado real de este fenómeno contemporáneo, tan permeado en nuestro escenario económico y político, que se llama: “Alianza para el progreso”.

La ALPRO ¿es una Alianza?

Al hacer el más objetivo análisis sobre las relaciones de los Estados Unidos con la América Latina encontramos que la ALPRO es la consecuencia directa de los cambios que se han venido operando en escala regional y mundial. Se trata de la más reciente etapa de una evolución impuesta por los hechos, que va desde la política del “garrote” en los tiempos de la expansión desenfrenada de los monopolios norteamericanos, pasando por la de la “buena vecindad” del demócrata F. D. Roosevelt y por la del “buen socio” del genocida H. S. Truman, portavoz y fiel apoyo de los círculos más poderosos de los Estados Unidos.

¿Qué hechos concretos han determinado el cambio en la forma de las relaciones de los Estados Unidos con América Latina? ¿Por qué Teddy Roosevelt utilizaba el garrote sin ningún miramiento y Kennedy, y después Johnson, utilizan la forma de una “Alianza” y la presentan como dirigida a promover el progreso de los países latinoamericanos?

La explicación es bien sencilla. Nuestros países ya no son tan débiles y dóciles a las exigencias de los Estados Unidos. Y a lo largo de más de un siglo de atropellos, agravios y de explotación, se ha ido formando un sentimiento anti-yanqui que se manifiesta en mil formas. Tal sentimiento quedó constatado, si faltaba alguna prueba, en la gira que el entonces Vicepresidente Nixon realizó por la América Latina, en donde fue recibido con tomatazos, insultos y hasta escupitajos.

Pero hubo otro hecho que obligó a los Estados Unidos a cambiar su política descarnada del garrote, por una suave tipo ALPRO. Se trata de la Revolución Cubana. Para 1960 se había hecho ya evidente que la caída de Batista no iba a quedarse en un simple cambio de personas en el poder, sino que se trataba de una revolución que se proponía operar cambios fundamentales.

Con el fracaso de la intervención armada financiada por los Estados Unidos, en Playa Girón en marzo de 1961, se esfumaron las esperanzas de poner marcha atrás a esa Revolución y se planteó para los círculos monopolistas y para el Pentágono, el serio problema de evitar que cundiera el ejemplo de Cuba a toda América Latina. Se temió que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Tal cosa había que evitarla a toda costa, porque sus intereses resultarían grandemente afectados. Había que actuar sin dilación para bloquear y debilitar a Cuba y para imprimirle al desarrollo de América Latina otro derrotero.

En este ambiente surgió la “Alianza para el Progreso”, en la Reunión de Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961 como una respuesta a la Revolución Cubana y como una medida de reivindicación de los Estados Unidos ante los países de América Latina. La ALPRO nació, por lo tanto, no como un gesto altruista de los Estados Unidos, sino como una nueva forma de la política norteamericana para mantener su influencia en Latinoamérica, aislar a Cuba y evitar al mismo tiempo la transformación revolucionaria en nuestros países.

Se puede ver claramente que la ALPRO no es una alianza de los pueblos de Estados Unidos y de América Latina, sino un acto marcadamente unilateral del gobierno de aquel país, impuesto a los nuestros. A lo sumo, podría decirse que surgió como una alianza del gobierno y monopolios norteamericanos con los dictadores y las oligarquías de los países de América Latina, por comunidad de intereses en el mantenimiento del status quo.

Rasgos importantes de la ALPRO

En la reunión de Punta del Este se habló de la necesidad de acelerar el desarrollo económico, fijándose como meta deseable la de un mínimo de 2.5% de aumento en la producción anual por habitante. Para ello se hacia necesario, entre otras cosas; realizar una inversión de 100 000 millones de dólares para un periodo de 10 años. De esta suma los Estados Unidos proporcionarían en forma de créditos y ayudas 20 000 millones, o sea, 2 000 millones de dólares anuales. Los países latinoamericanos harían inversiones por 80 000 millones de dólares, con sus propios recursos o con capitales privados del exterior.

Se reconoció también que para lograr los objetivos de desarrollo era indispensable que se operaran ciertos cambios en la distribución de la tierra y en la distribución de los ingresos. Se reconoció la necesidad de una Reforma Agraria y de una Reforma Fiscal. Pero categóricamente se pensó en que estas reformas deberían tener lugar dentro de los marcos de la ALPRO y por una colaboración de los gobiernos y los sectores privados.

Se puso énfasis también en la necesidad de dar amplio apoyo al sector inversionista privado, tanto el nacional como el del exterior, creando condiciones que favorecieran sus inversiones.

Finalmente, se mantuvo el criterio de que los gobiernos latinoamericanos deberían atender preponderantemente las inversiones de infraestructura, de servicios en general, como escuelas, caminos, ferrocarriles, electricidad, etc., dejando a la iniciativa privada preferentemente la atención de las ramas productivas como la industria, la minería, etc.

Vigencia de la ALPRO

A cerca de 5 años de creada la ALPRO ¿cuáles han sido sus realizaciones? ¿Qué beneficio han recibido los países de América Latina y qué precio han tenido que pagar por la ayuda recibida? ¿Qué formas han revestido las operaciones de la ALPRO y en qué direcciones se ha dejado sentir su influencia?

Desde luego debemos reconocer que la ALPRO ha sido un factor de importancia en el mantenimiento del status quo en América Latina. Con su apoyo los países latinoamericanos, especialmente los dominados por dictaduras como el caso de Paraguay, Venezuela, Guatemala y Nicaragua, han logrado evitar hasta ahora, movimientos revolucionarios que cambien radicalmente la forma de gobierno y la estructura económica de sus países.

Pero, es evidente que la ALPRO ha sido incapaz de resolver los problemas más ingentes de América Latina. Por el contrario, se puede afirmar que los problemas de nuestros países se han agravado. Sobre todo, se ha acentuado la dependencia respecto a los Estados Unidos. Subsisten los angustiosos problemas de desocupación masiva; la concentración de la riqueza se ha agudizado; la tierra sigue siendo usufructuada por minorías privilegiadas; las materias primas que exportamos siguen dependiendo de las fuerzas del mercado que generalmente nos son adversas; los Estados Unidos siguen utilizando prácticas lesivas en su comercio con América Latina, como es el caso del dumping algodonero, y los monopolios norteamericanos tienen ahora una posición de mayor control que hace cinco años, especialmente en la industria y en el comercio exterior.

Por todo ello privan en América Latina condiciones económicas poco alentadoras, y existe una situación de gran intranquilidad política. A cinco años de distancia, los pueblos latinoamericanos comprueban que la ALPRO sólo es un instrumento para mantener el dominio de los monopolios norteamericanos y la hegemonía de la oligarquía terrateniente o comercial, y que las "reformas agrarias y de tipo fiscal" se han limitado a débiles medidas que han dejado intactos los bastiones del poder económico de los grupos nacionales y extranjeros que han tenido bajo su control la riqueza nacional.

Y más todavía, se ha hecho evidente que los Estados Unidos han utilizado a la ALPRO para penetrar profundamente en nuestros países, influyendo sobre la política económica, la educación, la enseñanza técnica, la investigación científica y la planificación económica, de tal manera que se ha estrechado la dependencia respecto a la política y a los intereses norteamericanos.

Es sintomático que los círculos del poder económico de los Estados Unidos y su gobierno se aferren más y más a la ALPRO y la enarbolen como la solución a los problemas económicos, sociales y políticos del continente. En la medida en que lo hagan podemos estar seguros de que la ALPRO sirve a los intereses de la política de dominación monopolista norteamericana y no a los vitales intereses de los pueblos de América Latina. Hasta la “ayuda” militar está ligándose a la ALPRO. Recientemente el Secretario de la Defensa, Mc Namara, ha afirmado que la ayuda militar es indispensable para asegurar el desarrollo económico del continente.

A través de la ALPRO, los Estados Unidos han ido envolviendo a los gobiernos (que no a los pueblos) de América Latina y los han ido comprometiendo en su política de dominio con guante blanco, que no por ser menos brusca y violenta, es menos efectiva.

Ceceña, José Luis [1966], "La ALPRO no es una alianza ni es para el progreso", México, Revista Siempre!, 671: 22-23, 4 de mayo.