Detrás de las actividades del BID; como falange de la Alpro, está la política de Johnson y los intereses de los monopolios.
Lydon B. Johnson, presidente de los Estados Unidos, envió un mensaje de felicitación al señor Felipe Herrera, actual director del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en ocasión a la celebración de la asamblea anual que se desarrolla en la Ciudad de México, manifestando su beneplácito porque bajo su dirección “el BID hace una vigorosa contribución al éxito de la Alianza” (Alpro). Con esto se confirma lo asentado por nosotros en ocasión anterior, de que el BID es esencialmente una agencia al servicio de la Alpro y de la política de los Estados Unidos en sus relaciones con América Latina.
En su mensaje, el señor Johnson manifiesta también su beneplácito por la orientación de las actividades del BID en las siguientes direcciones: 1) aumento de la producción agrícola, 2) impulso a la instrucción, 3) mejores servicios sanitarios y 4) más amplia integración económica.
Al examinar las cuatro metas señaladas por el señor Johnson encontramos algunos puntos que conviene analizar, ya que podemos estar seguros que la política que seguirá el BID y la Alpro corresponderán a la orientación que le está imprimiendo el presidente de los Estados Unidos.
En primer lugar, ya no figura entre las metas perseguidas, la Reforma Agraria que en Punta del Este se consideró como indispensable para impulsar el desarrollo económico de América Latina. Tampoco se habla ya de Reforma Fiscal, meta que junto a la Reforma Agraria se consideró deseable para redistribuir ingresos y realizar obras de infraestructura por parte de los gobiernos.
Estas dos omisiones no son casuales, sino que reflejan los cambios que en la propia Alpro (y consecuentemente en el BID) se han producido. La Alpro se ha vuelto, si cabe la expresión, más reaccionaria, menos adaptada a las aspiraciones de los pueblos de la América Latina. Definitivamente la Alpro ha caído en manos de los círculos monopolistas de los Estados Unidos, con el apoyo decidido del presidente Johnson. En ello han concurrido también los intereses de las oligarquías latinoamericanas.
Para los monopolios norteamericanos como la United Fruit Co., la Grace, y otras similares que poseen o dominan grandes extensiones de tierra en Centro y Sudamérica, la simple referencia a la “Reforma Agraria” era molesta y tenía implicaciones indeseables. Igual reacción producía en los latifundistas criollos.
Hablar de Reforma Agraria en América Latina, con excepción de México (y de Cuba), era inconveniente y hasta subversivo. Y así es en realidad, desde el punto de vista de los monopolizadores de la tierra. Porque el problema agrario sigue siendo uno de los más graves en América Latina. Veamos, sólo como ejemplo algunos casos.
Chile.— El problema agrario de Chile es sencillamente pavoroso. De los 5.5 millones de hectáreas de tierras laborables del país, más de 2 millones de hectáreas, o sea el 37 por ciento del total, pertenecen a latifundistas con propiedades superiores a las 1,000 hectáreas cada una. Otros latifundios de 200 a 1,000 hectáreas cada uno, poseen 1.7 millones adicionales, o sea el 31 por ciento del total. Esto quiere decir que los dos grupos de latifundistas poseen el 68.6 por ciento de la superficie cultivable del país.
En el polo opuesto existen pequeñas propiedades (hasta de 10 hectáreas como máximo) que poseen apenas 147,000 hectáreas en conjunto, o sea apenas el 2.6 por ciento del total. Y al lado de ellos millares de campesinos sin tierra, que tienen que trabajar como “medieros” o simplemente como jornaleros.
Esta situación es la causa de que el sector agrícola de Chile se encuentre prácticamente estancado y sea factor importante en la inflación que alcanza caracteres tan serios en ese país.
Venezuela.— Las condiciones de la tenencia de la tierra en Venezuela son peores que las de Chile. Los latifundios de más de 1,000 hectáreas cada uno representan el 78 por ciento del total, en tanto que las fincas pequeñas (menores de 10 hectáreas) apenas representan 12.5 por ciento de la superficie de tierras útiles del país.
La falta de tierra para los campesinos que la trabajan es una de las principales causas del estado de intranquilidad y de subdesarrollo en que vive ese país hermano.
Estos ejemplos nos revelan que la despreocupación de la Alpro por la Reforma Agraria no es resultado de que no exista ya problema agrario en América Latina, sino por el contrario, revela precisamente que ese problema es tan grave, que es “intocable”. Y de paso, con ello se demuestra el carácter de la Alpro, que pretende mantener el status quo apoyándose en las oligarquías criollas, a cambio de que éstas actúen como sus aliados.
Esta misma explicación es válida para la omisión de la Reforma Fiscal. Una verdadera política de cambios en los sistemas fiscales para hacer más equitativa la carga de los impuestos, afectaría los intereses de las oligarquías criollas y de las empresas norteamericanas que operan en América Latina.
Otro aspecto importante que merece comentario en la orientación que el presidente Johnson está imprimiendo a la Alpro y al BID se refiere a la importancia que ahora se le está dando a la “Integración económica de América Latina”... Llama la atención que los Estados Unidos ahora sean los campeones de la integración, y que la consideren como la preocupación central de su política.
Los países de América Latina están empeñados en lograr integrar sus economías porque consideran que es un camino útil para impulsar su desarrollo, al unir recursos y esfuerzos en el logro de metas comunes. Esas metas son las de acelerar el desarrollo para beneficio de los pueblos latinoamericanos, y además para consolidar su independencia económica.
Es obvio que tales propósitos no coinciden con los que los Estados Unidos persiguen, sino que más bien se contraponen. Porque el Gobierno de los Estados Unidos pretende impulsar la integración económica de América Latina para el provecho de sus grandes empresas que tienen filiales en todos los países que están intentando integrarse. Y además, persigue aumentar su influencia política en el Continente.
Los Estados Unidos al apoyar la integración buscan tomar control de dicha integración. Sería una integración con el puesto de mando en Washington.
Tal es el sentido del entusiasmo de los Estados Unidos a favor de la integración económica de la América Latina. Y la razón por la cual ahora los Estados Unidos colocan en un primer plano la integración, es que las empresas norteamericana tienen una posición de gran relevancia en los negocios latinoamericanos: en la industria, en la minería, en el comercio, en las actividades y en otras actividades. La integración económica con ese “Caballo de Troya” favorecerá principalmente a las empresas monopolista de los Estados Unidos.
La política de los Estados Unidos, por lo tanto, es bien clara: intentan consolidar su posición de hegemonía en América Latina. La Alpro y el BID son los instrumentos para lograrla, para penetrar hasta las raíces a la vida económica de nuestros países y evitar que nuestro desarrollo sea independiente.
La Alpro en crisis.
Pero la política norteamericana por su propio carácter, por ser instrumento de dominio y por apoyarse en las oligarquías y en las dictaduras, se encuentra en una profunda crisis. Lejos de ayudar a resolver los problemas de nuestros pueblos, los está agravando. La demagogia con que se le ha rodeado no ha dado sus frutos. Más y más los países latinoamericanos están descubriendo sus verdaderos propósitos.
Una de las manifestaciones de la crisis de la política de los Estados Unidos a través de la Alpro es la atención que le están dando para fortalecerla, al grado de que el propio presidente Johnson se ocupa directamente de ella y hasta sale al exterior para apuntalarla. Otra manifestación se observa en la renuncia en masa de la “nómina de los nueve”, que es un conjunto de expertos que tenía como misión evaluar los proyectos para el apoyo financiero de la Alpro. Al renunciar, han señalado las fallas de la Alpro. Al renunciar, han señalado las fallas de la < y sobre todo la tendencia a convertirla en un instrumento unilateral (de los Estados Unidos, se supone).
Debemos estar conscientes de que el progreso no nos vendrá del Norte, a través de la Alpro, del BID o de otros instrumentos. Sólo los esfuerzos nacionales, bien dirigidos, y las ayudas exteriores sobre las bases justas y decorosas, podrán permitirnos desarrollarnos, con independencia y para beneficio de nuestros pueblos. Ese es el único camino.¨