¿Qué es?, ¿cómo opera?, ¿cómo nos afecta?
Los Estados Unidos se encuentran amenazados por un proceso inflacionario que está determinando la adopción de una serie de medidas para combatirlo, medidas que pueden tener repercusiones importantes en ese país, y también en el nuestro, pudiendo resultar que “tan malo es el remedio como la enfermedad”.
¿Qué es la inflación de la que se habla tanto y sobre la que existen tantas interpretaciones, a veces tan opuestas? ¿Qué causas la provocan y qué consecuencias tiene? ¿Qué política debe seguirse frente a ella y qué criterios deben conformar esa política? ¿Existe problema de inflación en México?
De manera simple podemos considerar a la inflación como un proceso de elevación pronunciada y continua de los precios en general, asociada generalmente a una gran abundancia de dinero en circulación.
La historia contemporánea está llena de ejemplos de procesos inflacionarios algunos de los cuales han revestido caracteres de catástrofe. Para ilustrar, tomemos el caso de la gran inflación alemana de 1923, que es el ejemplo extremo de una “inflación galopante”.
Un metro de tarros de cerveza.
Los precios subían en forma tan vertiginosa, en la Alemania de 1923, que los consumidores se lanzaban a comprar lo que fuera y en las mayores cantidades posibles, porque si no lo hacían de inmediato, al recibir su salario o su sueldo o cualquier ingreso, la capacidad de compra de su dinero se les esfumaba de las manos. Los bebedores de cerveza, al llegar a los expendios, ordenaban “un metro de tarros de cerveza”, porque si los ordenaban uno por uno al írselos tomando, de seguro que cada uno tendría un precio mayor, porque el precio subía cada hora. Igual hacían las amas de casa con sus compras de comestibles y artículos necesarios. Alemania se encontraba en el vértigo de una inflación galopante, es decir, de una hiperinflación.
Una inflación como la de Alemania en 1923, desquicia todo el sistema económico de una nación. La producción se entorpece y aun se paraliza, porque en una situación caótica de precios, los cálculos de costos pierden su contenido, se tornan difíciles de precisar y las utilidades mismas pierden su magnetismo para los productores, porque no tiene mayor sentido obtener altas utilidades en dinero cuya capacidad de compra se va desplomando.
Los consumidores, por su parte, especialmente los obreros y los empleados, se empobrecen. Los ingresos que reciben son fijos, sujetos a contratos con vigencia indefinida o a largo plazo. Con precios que aumentan aceleradamente, sus ingresos fijos van adquiriendo cada vez menos alimentos y productos en general. Y su tendencia a comprar pronto y lo más posible, de lo que sea, agrava el problema de alza de precios y de escasez.
La disminución del poder de compra obliga a los obreros y empleados a reclamar aumentos de sueldos y salarios y a exigir sus pagos en lapsos más breves, es decir, cada semana, cada día y aún cada hora. Esto actúa como combustible a la hoguera inflacionista. Se establece así la espiral en donde los aumentos de precios provocan aumentos de salarios y éstos a su vez son base para que los empresarios aumenten sus precios. En la carrera precios-salarios, son los precios los que sacan la delantera, por lo que en el proceso inflacionario los sectores populares de ingresos fijos son los más afectados. Los empresarios pueden resarcirse porque las utilidades se incrementan por el alza de precios.
¿Y qué pasa con los ahorros de la comunidad, que son indispensables para continuar con el proceso de inversión y de producción ampliada? También resultan afectados. Ya no tiene sentido ahorrar parte del ingreso porque el dinero va perdiendo su capacidad de comprar bienes. Lo que se ahorra hoy, el mes entrante o la próxima semana habrá perdido buena parte de su valor por el alza general de precios. En lugar de exponerse a esa pérdida, las personas que ahorran preferirán adquirir bienes raíces, artículos de lujo o de primera necesidad. Lo que sea, porque en otra forma su dinero se convertirá en humo.
Una inflación galopante tiene también el efecto de trastornar hasta la conducta de los individuos, su moral y sus actitudes ante la honestidad y ante el valor del dinero. En Alemania en 1923, se vio a empleados que se habían distinguido por su probidad, por su responsabilidad y dedicación al trabajo, convertirse en unos irresponsables, prestos a cometer actos deshonestos que hubieran sido inconcebibles, anteriormente. Los casos de peculado, malversación de fondos, quiebras fraudulentas, etc., menudearon en el caso Alemán.
¿Cómo se había producido esta situación en la Alemania de la República de Weimar? ¿Qué factores estaban conduciendo al país a la catástrofe? La respuesta a estas interrogantes nos permitirá descubrir algunos elementos importantes del problema de la inflación y nos ayudará a entender mejor su naturaleza, sus causas y sus consecuencias.
La derrota del Primera Guerra Mundial fue muy costosa para Alemania. De acuerdo con el Tratado de Versalles, Alemania tuvo que ceder todas sus colonias y más del 13 por ciento de su territorio; perdió el 15 por ciento de sus tierras cultivables, el 75 por ciento de sus minerales de hierro, el 68 por ciento de los minerales de zinc y el 26 por ciento de su producción de carbón mineral. También tuvo que ceder a los aliados, aparte de toda su flota de guerra, una parte sustancial de su flota mercante y pesquera, cinco mil locomotoras y 150,000 vagones de ferrocarril y, finalmente, las inversiones privadas alemanas en el extranjero.
Con estas mutilaciones territoriales y entrega de bienes de producción, la economía alemana quedó en un estado deplorable. Su aparato productivo quedó muy lesionado, su sistema ferroviario desintegrado, su transporte marítimo casi anulado, y tuvo que importar grandes cantidades de materias primas y alimentos para poder subsistir y desenvolverse.
Por encima de esto, Alemania fue condenada a pagar una suma estratosférica por concepto de reparaciones a los aliados: 226,000 millones de marcos oro (en un plazo de 42 años) y además el 26 por ciento del producto de las exportaciones alemanas en cada uno de esos 42 años. Posteriormente los aliados redujeron el monto de las reparaciones a 132,000 millones de marcos oro, pero aún esta cifra era enorme, ya que excedía en tres veces a capacidad de pago de Alemania en esa época.
En condiciones tan difíciles, además de imponer sacrificios extremos a sus obreros y a la población en general, Alemania tuvo que recurrir a la impresión de billetes para lograr en el mercado de cambios el oro y los dólares necesarios para cumplir con las obligaciones contraídas. Esto no fue sino el preludio de la catástrofe. Se produjo la inflación más violenta y perniciosa que se conoce en la historia humana. Algunas cifras pueden servir de ilustración.
El tipo de cambio del marco con respecto al dólar se modificó en la siguiente forma: de 8.9 marcos por un dólar en enero de 1919 (poco después de terminar la guerra) pasó a 17,972 marcos por un dólar en enero de 1923; a 4,620,455 marcos en agosto de 1923; a 25,260,208,000 en octubre de 1923 y finalmente a 4,200,000,000,000 de marcos alemanes por un dólar, en noviembre 15 de 1923. En el clímax de la inflación el marco se había depreciado a tal grado que para adquirir un dólar de los Estados Unidos se necesitan más de 4 billones de marcos.
Si tomamos los precios al mayoreo encontramos que la elevación alcanzó proporciones increíbles. Por un producto que en vísperas de la guerra se tenía que pagar 1 marco, en noviembre de 1923 se tenía que pagar la suma de 750,000 millones de marcos. Imagínese a una ama de casa teniendo que llevar una carretilla de billetes para comparar las provisiones del día.
La circulación monetaria creció en proporciones monstruosas. Mientras que en 1920 la circulación monetaria era de 81,000 millones de marcos, para noviembre de 1923 había subido a la estratosférica cantidad de 496,507,424,772,000 millones de marcos, es decir, casi 500 trillones de marcos. La emisión de billetes se convirtió en un verdadero problema. Se dedicaron a imprimir billetes 133 oficinas impresoras, que disponían de 1783 máquinas de impresión que trabajan sin descanso y consumían el papel producido por 30 fábricas que operaban a toda capacidad.
A esto se puede llevar una inflación galopante. Se convierte en una verdadera vorágine. Desquicia toda la vida de una nación. Por eso se le teme. Porque se vuelve incontrolable, afecta a todos. A unos más que a otros, desde luego, pero no hay quien escape a sus efectos letales. Y sobre todo a las grandes masas de obreros, empleados, maestros, etc. que tienen ingresos fijos.
El caso alemán constituye un ejemplo, pero no ha sido el único. Antes y después ha habido casos que, aunque sin revestir esa gravedad, han sido suficientemente serios como para causar grandes perjuicios sociales. En este mismo siglo tenemos el caso de la inflación China, en vísperas de la caída del Kuo Ming Tang; el de la época de la Revolución Mexicana y las inflaciones de Bolivia, Brasil, Argentina y Chile.
En todos los casos encontramos como principales factores de la inflación galopante, desajustes nacionales y agudos conflictos sociales. También en la inflación benigna, la que no alcanza los caracteres desquiciantes como la de tipo galopante, encontramos causas semejantes. Se producen por la existencia de serios problemas económico-sociales que se exteriorizan (entre otras formas) en alzas pronunciadas de precios con su caudal de consecuencias que afectan a los distintos grupos sociales en razón de su fuerza o debilidad en el marco social. La inflación afecta más a los débiles, empobreciéndolos todavía más.♦