Los tres grandes: General Motors, Ford y Chrysler tiene ventas anuales de 31 millones y utilidad anual de 2,500 millones. La GM maneja un volumen de negocios mayor que el presupuesto de Francia y tiene un ejército de 660 mil personas a su mando.
Cuando la General Motors estornuda, la economía norteamericana tiene fiebre, dice Maurice Roy, L’Express de París. Y Charles Wilson, en un tiempo presidente del mamut de los automóviles y posteriormente Secretario de Defensa, afirmó que “lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos”. Ambos juicios, aunque discutibles en algunos aspectos, revelan sin embargo la gran importcancia que la empresa industrial número uno de los Estados Unidos y del mundo, tiene en la economía norteamericana.
En verdad, la industria automotriz, con la General Motors a la cabeza, seguida a distancia por otros dos gigantes, la Ford y la Chrysler y muy a la zaga por la American Motors, tiene una importancia capital en la economía norteamericana, por lo que bien se le puede considerar como el motor más potente que la impulsa.
La importancia de la industria automotriz deriva de la enorme cuantía de las operaciones de las empresas que la forman y del apoyo que la producción de automóviles proporciona a gran número de otras importantes ramas industriales y de servicio.
La General Motors, que es la empresa líder en la industria, realiza negocios de proporciones gigantescas. En 1964 sus ventas sobrepasaron los 17 mil millones de dólares lo que le permitió obtener utilidades netas de 1,700 millones de dólares. Un verdadero ejército de más de 661 mil personas se encuentra ocupado en forma directa por este mamut industrial. Los negocios de la General Motors superan al presupuesto de un gran número de países, entre ellos el de Francia. Y el presidente de la General Motors es el ejecutivo mejor pagado del mundo, tanto del sector privado como del gubernamental.
Las cifras correspondientes a las Tres Grandes, es decir, agregando la Ford y la Chrysler, alcanzan niveles muy elevados. Conjuntamente realizan ventas anuales de 31 mil millones de dólares, obtienen utilidades netas de cerca de 2,500 millones de dólares y dan ocupación a más de un millón de personas.
A las empresas productoras de automóviles habrán que agregar un gran número de compañías dedicas a la producción de partes, de refacciones y de accesorios, con lo que la cifra del negocio automotriz propiamente dicho se eleva considerablemente.
Por otra parte, la producción de automóviles requiere enormes cantidades de acero, hule, plomo, material eléctrico, plásticos y telas, pinturas y barnices, etc. Todas estas industrias dependen en alto grado de la industria automotriz y la siguen, en sus altas y en sus bajas.
Para completar el marco de la industria automotriz, habrá que agregar los miles de establecimientos de distribución y de reparación y los numerosos expendios de gasolina, de lubricantes, etc., que forman parte del negocio de automóviles en general.
Las ramificaciones de la industria automotriz son muy extensas, y en una forma u otra, su actividad tiene impacto sobre millones de personas que dependen en forma directa o indirecta de esta importante rama industrial.
Existe razón sobrada, como se ve, para que las dificultades que está registrando la industria productora de automóviles en las últimas semanas, esté causando una creciente nerviosidad en los Estados Unidos.
Resulta que después de un prolongado período de auge de la industria de automóviles, que llevó a la cifra record de 9,300,000 vehículos en 1965, y que dio base para esperar que en 1966 se sobrepasarían los 10 millones de unidades, en el mes de abril registró una reducción de las ventas, en comparación con el mismo período del año anterior, y en mayo, mes en el que usualmente se realizan ventas, la reducción se hizo todavía mayor. En la primera decena del mes de mayo, la Ford sufrió una caída del 12% en sus ventas; en la segunda decena del mismo mes la General Motors vio abatirse sus ventas en un 18%, siendo el Chevrolet el que más sufrió, marca que se ha distinguido por su record de ventas. La Chrysler sufrió también una reducción del 6% en la segunda decena de mayo y la American Motors, la menor de las cuatro, tuvo que soportar un verdadero desplome de un 34% en sus ventas. Esta última empresa ordenó la suspensión de la producción por el resto del mes de mayo.
La industria en su conjunto ya no aspira a lograr la meta de rebasar los 10 millones de unidades y ni siquiera a igualar la cifra de 1965; la meta anhelada ahora es producir 9 millones de automóviles.
Algunos pretenden atribuir la caída de las ventas a una circunstancia pasajera y fortuita, o sea las repercusiones que en el público está teniendo la investigación que el Congreso de los Estados Unidos está haciendo sobre la falta de seguridad de los automóviles, que se considera como una de las principales causas de numerosos accidentes que tienen lugar en ese país.
La opinión más calificada, sin embargo, y también la más numerosa, encuentra causas más profundas en las dificultades de la industria automotriz. Algunas de ellas se localizan en la propia industria y otras en diversos sectores de la economía en general.
Se llama la atención sobre la saturación del mercado de automóviles, ya que una de cada cuatro familias posee dos o más coches. También se señala la disminución de compradores por los millares de ciudadanos que se encuentran en servicio por la guerra de Vietnam. Otra razón más se encuentra en la elevación de la tasa de interés y en las mayores restricciones en los créditos.
Por otra parte, es evidente que las dificultades no se limitan a la industria de automóviles; hay signos inequívocos de que se extienden a un sector cada vez más amplio de la economía norteamericana. En la industria siderúrgica se están acumulando existencias en forma inquietante, por falta de mercado; la construcción de viviendas está reduciéndose en forma considerable; el comercio exterior está arrojando saldos positivos cada vez menores; la balanza de pagos continúa con serias dificultades y por ello la estabilidad del dólar sigue comprometida. Finalmente, se observa con verdadera alarma una tendencia muy marcada hacia la elevación de los precios, con la amenaza de convertirse en un proceso inflacionario de grandes consecuencias.
Las dificultades de industrias tan importantes como la de automóviles y la siderúrgica, así como la de la construcción de viviendas, tienden a transmitirse rápidamente y con un fuerte impacto a muchas otras y pueden arrastrar a la economía en su conjunto. Esto es lo que está sucediendo precisamente en estos momentos y por eso la Bolsa de Valores de Nueva York, que es el termómetro de la situación económica general, se encuentra con serios desajustes. Las acciones de las grandes corporaciones están perdiendo su valor rápidamente, como consecuencia del porvenir ahora incierto, de los mercados de esas empresas. Y el proceso puede hacerse acumulativo. Las dificultades de las grandes corporaciones están perdiendo su valor rápidamente, como consecuencia del porvenir ahora incierto, de los mercados de esas empresas. Y el proceso puede hacerse acumulativo. Las dificultades en un área importante, tenderán a trasmitirse a otras áreas, y provocarse un proceso de bola de nieve que crece a medida que se mueve.
Vietnam vs la Gran Sociedad.
Según la opinión de buen número de los más destacados economistas de los Estados Unidos y también la de numerosos ejecutivos de grandes empresas, lo que está sucediendo es que la economía norteamericana después de un largo período de expansión, está llegando al límite de su capacidad, es decir, se encuentra en condiciones de ocupación plena. En esta situación, los crecientes gastos militares, la “ayuda exterior” y los programas de gobierno para lograr la “Gran sociedad”, están significando un gasto excesivo total (privado y gubernamental) que está empujando a los precios hacia arriba y está causando muchos problemas. El alza de precios reduce la capacidad de compra de los consumidores, con lo que la demanda de determinados artículos sobre todo de los de consumo durable, como automóviles y artículos de hogar, tiende a reducirse. Será necesario y urgente, según esas opiniones, poner frenos a la inflación para evitar que se convierta en un proceso incontrolable y cause daños mayores a la economía en su conjunto.
Ciertamente que se está presentando en la Unión Americana un problema inflacionario, que es resultado y causa también de las dificultades que están experimentando los negocios y de la política militarista del gobierno de ese país. Un ejemplo no puede dar idea de la amenaza inflacionaria.
El Departamento de la Defensa en 1964 vendió a una empresa de Alemania Occidental un lote de 5,570 bombas, al precio de Dls. 1.70 cada una. La firma alemana se proponía a utilizar el nitrato de las bombas y emplearlo como fertilizante. Posteriormente, por las exigencias de la guerra de Vietnam, el Departamento de la Defensa tuvo que adquirir de la misma firma alemana esas bombas, pero al precio de Dls. 21.00 cada una. Lo interesante es que Mc Namara consideró esa recompensa como una ganga, ya que según dijo, ahora costaría producir cada bomba no menos de Dls. 400.00. Esto quiere decir que en los últimos dos años los costos de producción se han elevado fuertemente. La elevación de precios, que empuja a los costos hacia arriba, puede degenerar en una espiral ascendente que agrave la situación.
En estas condiciones se plantea al gobierno de los Estados Unidos la necesidad de adoptar medidas para combatir la inflación y mantener un elevado nivel en la actividad económica. Para ello entre otras cosas, tendrá que decidir entre continuar gastando millares de millones de dólares en Vietnam y otros lugares, o lograr en los Estados Unidos construir una “Gran Sociedad” en donde el pueblo norteamericano disfrute de un acelerado progreso. ¿Qué camino seguirá?♦