Inflación

 

Es imperativo que los Estados Unidos pongan en orden su casa y se proyecten hacia adentro, dejando que los pueblos del mundo vivan su propia vida; con ello resolverán sus problemas y permitirán que los demás también resuelvan los suyos sobre bases firmes de cooperación y de amistad; de otro modo, el fantasma que los amenaza puede convertirse en pavorosa realidad.

El gobierno de los Estados Unidos tiene variadas alternativas para hacerle frente a la presión inflacionaria, es decir para evitar el alza desenfrenada de precios. La selección de una de las alternativas no responderá solamente a aspectos de tipo técnico, de optar por los instrumentos en función de su eficacia para evitar el aumento de precios, sino que tiene un contenido político-social esencial. Como la sociedad no es un todo homogéneo, sino que existen clases sociales con intereses antagónicos, lo que puede beneficiar a unos puede perjudicar a otros. De esta suerte, la política económica nunca es neutral, de beneficio para todos, sino que está determinada por el juego de fuerzas imperantes en el país de que se trate. Estará inspirada esencialmente en los intereses de los grupos sociales que tenga mayor fuerza. Por esta razón, la política que seguirá el gobierno norteamericano obedecerá al juego de fuerzas de ese país.

El primer problema a decidir consiste en las metas concretas que deben lograrse. En esta decisión está presente en forma muy clara el aspecto político. El grueso de la población consumidora se inclina por una meta consistente en asegurar una tendencia de precios a la  baja. De esta suerte, el público consumidor con los ingresos que recibe, producto de su trabajo, estará en condiciones de comprar más mercancía y satisfacer mejor sus necesidades, es decir, mejorará sus condiciones de vida.

Pero esa misma meta, la de hacer bajar los precios a través del tiempo, lesiona los intereses de los empresarios, porque merma sus utilidades. Los capitalistas están interesados vitalmente en que los precios no sigan una tendencia a la baja, porque normalmente esto significará menores utilidades.

El sector empresarial por esa razón presiona para elevar los precios, en busca de mayores utilidades. Como los hechos les ha demostrado que una elevación desenfrenada de precios puede llevar a una situación de “inflación galopante”, que desquiciaría todo el sistema económico su ideal seguramente es el lograr una tendencia de elevación de precios que se pueda mantener dentro de condiciones controlables. En esta forma podrán lograr utilidades crecientes, toda vez que sus costos si suben lo hacen con lentitud. Esta alternativa los colocaría en el mejor de los mundos, porque sus utilidades se elevarían por partida doble: por el alza de precios y por el aumento en la productividad resultante de la utilización de mejores técnicas de producción y de administración de sus negocios, que a su vez es resultado de los avances científicos y tecnológicos.

Con una política de precios al alza, aunque en forma controlada, los sectores populares resultarían perjudicados. Como los ingresos de las masas populares son más o menos fijos, por estar sujetos a contratos o a nombramientos vigentes por períodos más o menos largos (por dos años o duración indefinida), el aumento de los precios significa que esos mismos ingresos les permiten comprar cada vez menos mercancías. Sus condiciones de vida, por lo tanto, tenderán a empeorar.

Otra alternativa consiste en una política dirigida a la estabilidad en los precios para los sectores populares, esta política significa que al menos pueden seguir en las mismas condiciones de vida, porque sus ingresos aunque no aumenten, les permiten adquirir el mismo monto de mercancías a través del tiempo. Pero ningún obrero o empleado considera eso como un ideal. La ley de la vida es prosperar, mejorar, satisfacer mejor las necesidades y ampliar los horizontes con una mayor educación y capacitación para el trabajo. Una política de precios estables sólo serviría para mantener una pobreza en los sectores populares, a no ser que se lograra que los ingresos de estos sectores aumentaran, lo que no es tan fácil.

Para el sector capitalista la estabilidad de los precios significaría que sus utilidades se mantendrían en cierto nivel y aun podrían aumentar por los avances que pudieran lograr en la mayor productividad con la utilización de mejores técnicas. Pero para el capitalista esto es poco. Si puede lograrlo, intentará empujar los precios hacia arriba, para elevar sus utilidades. Igualmente intentará mantener los salarios a un nivel determinado evitando que suban.

En el fondo se trata pues de un forcejeo entre los empresarios y los sectores populares para decidir cómo se ha de repartir el pastel de la producción nacional. La política que se adopte será reflejo de ese juego de fuerzas.

Las condiciones actuales de los Estados Unidos hacen esperar que la meta que se persiga sea la de evitar un alza inmoderada de los precios, es decir, mantener una situación de precios moderadamente ascendentes. Esto favorecerá a los sectores empresariales que en los Estados Unidos constituyen la fuerza mayor.

Instrumentos contra la inflación.

La selección de instrumentos para enfrentarse al alza desenfrenada de los precios tampoco es un problema solamente técnico, sino uno esencialmente político. En esto también se están manifestando los distintos intereses en juego y se impondrá la política que favorezca (o perjudique menos) al sector empresarial, por ser el que tiene la mayor fuerza económica y política.

Entre las medidas o instrumentos que se están sugiriendo para que sean adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos están las siguientes: 1) reducir y reorientar los gastos del gobierno y lograr el equilibrio presupuestal; 2) establecer controles de precios, elevar las tasas de interés y aumentar las existencias para el otorgamiento de esos créditos y finalmente, 3) elevar los impuestos. Veamos el significado de esas medidas y las consecuencias que pueden tener.

Equilibrio presupuestal. Una de las mayores fuerzas inflacionarias actuales en los Estados Unidos está representada por los fuertes gastos que el gobierno realiza, en exceso a sus ingresos. Esto origina grandes déficits presupuestales que tienden a aumentar la demanda y a empujar los precios hacia arriba. Por esta razón, la opinión pública norteamericana, especialmente el círculo de los negocios, está presionando para que el gobierno tome medidas para equilibrar su presupuesto. En la forma de lograr el equilibrio, sin embargo, existen fuertes divergencias de puntos de vista, divergencias que obedecen a los intereses concretos de los distintos grupos sociales en pugna.

Por una parte, el sector capitalista presiona para que se reduzcan los gastos dirigidos a construir la “Gran Sociedad”, es decir, los gastos en obras de interés general de tipo civil en los Estados Unidos, manteniendo en cambio los gastos militares porque, afirman, de ello depende la “seguridad” de la nación. Es fácil descubrir en esta posición el interés concreto de los grandes empresarios en los contratos de guerra que les producen fabulosas utilidades y que les asegura el dominio y la protección de sus ilimitados intereses en el petróleo, la minería, las manufacturas, los servicios, etc. de muchos países del mundo.

Frente a esta posición, los sectores populares presionan para que se mantengan y amplíen los gastos en mejorar las condiciones de vida general del pueblo, y que se reajusten los gastos militares. Entre producir pan, mantequilla, escuelas, ampliar los servicios médicos y de seguridad social o producir cañones y bombas, definitivamente se pronuncian por los primeros. Es fácil entender que así sea, porque el pueblo desea vivir mejor y no tiene intereses creados en el exterior, sino por el contrario desea vivir en paz y fortalecer la amistad con los demás países.

Veamos aquí, de nuevo, que se ponen en juego los intereses contrapuestos de los dos polos de la sociedad norteamericana: los de los capitalistas y los de los sectores populares.

Los controles. Como medidas antiinflacionarias importantes se discute también el establecimiento de controles sobre los precios y sobre el crédito. Por razones obvias, el sector capitalista es enemigo jurado de todo tipo de control, excepto cuando los favorece directamente. La libertad de empresa constituye una piedra angular de los negocios. Los controles gubernamentales son considerados como intromisiones en el “santuario de la iniciativa privada”. Por esta razón, se está desatando una intensa campaña del sector empresarial en contra de las intenciones de establecer controles, sobre todo en los precios. Se argumenta que eso significa una regimentación gubernamental de los negocios, regimentación que tiene un sabor socialista (?).

Razones también obvias, llevan a los sectores populares a presionar por el establecimiento de controles sobre los precios y sobre los abusos de los capitalistas que lesionan las economías familiares. Dejar a los hombres de negocios que actúen en forma irrestricta sólo conduce al empeoramiento de la situación. Precisamente esa libertad de empresa es lo que constituye la causa fundamental de los problemas que existen.

Los impuestos. El aumento de los impuestos (o de las tasas impositivas) es otra medida tradicional para combatir la inflación. Por una parte, permite al gobierno equilibrar su presupuesto y por la otra, influye en el gasto del público tendiendo a reducirlo, porque transfieren ingresos de los ciudadanos y de las empresas hacia el gobierno. En casos de emergencia, y la inflación lo es, se hace necesario que se aumenten los impuestos para controlar la elevación desenfrenada de precios. Pero la elevación de impuestos tiene también un problema político-social involucrado. ¿Qué tipo de impuestos deberán elevarse? ¿En que proporción deben gravarse a las empresas y en cuál a los trabajadores y empleados?

Si la elevación de los impuestos recae en los impuestos al gasto, en la forma de impuestos indirectos que van a aumentar los precios finales de los artículos de consumo en general (y más si lo hacen sobre los de primera necesidad) se lesiona seriamente a los sectores populares, porque tienen por resultado la disminución de su capacidad de compra. Esta forma, aunque contribuye a la corta, a combatir la inflación, es injusta y además, a la larga, empeora la situación general del país.

La elevación de impuestos también puede revestir la forma de mayores impuestos a las empresas y a los ingresos derivados del capital. La forma típica es la de elevar las tasas del impuesto sobre la renta y sobre utilidades excedentes. Los directamente afectados son, por lo tanto, los capitalistas. Aunque éstos pueden transferir la carga a los consumidores, incluyendo los impuestos en los costos y en los precios de los artículos finales, ello toma tiempo y no siempre se puede hacer fácilmente, sobre todo si existe el control de precios. Por esta razón, el sector capitalista presiona con todos sus recursos para evitar la elevación de los impuestos que los afectan y para descargar el peso sobre el público en general.

Dadas las condiciones actuales de los Estados Unidos, es de esperarse que la elevación de impuestos afectará desproporcionalmente a los sectores populares, porque los capitalistas tienen una fuerza decisiva en el gobierno norteamericano.

De acuerdo con estos razonamientos podemos esperar que la política del gobierno norteamericano para combatir la inflación y para evitar la caída en la actividad económica será la que dicten los intereses de los capitalistas, que constituyen la mayor fuerza del país. De tal manera, debemos esperar: 1) que no se reducirán los gastos militares; 2) que no se establecerán controles de precios; y 3) que se elevarán en mayor proporción los impuestos al consumo que los que gravan las utilidades e ingresos de capital.

El resultado previsible es que a la corta se podrá frenar la inflación, pero que los precios seguirán subiendo aunque esos remedios pueden resultar igualmente malos que la enfermedad. La incógnita es ¿a la larga los Estados Unidos no caerán en una crisis profunda semejante o peor que la que en 1929 estuvo a punto de paralizar esa gigantesca maquinaria económica? Esto podrá acontecer, a no ser que los sectores populares impongan su criterio y obliguen al gobierno a resolver deveras los problemas de fondo que están poniendo en peligro el futuro de ese país, problemas que derivan de la desproporcionada fuerza que tienen los grandes capitalistas y de su insaciable apetito de dominio. Si lo hacen, habrán salvado a su país y habrán contribuido a la solución de muchos de los grandes problemas que ahora aquejan a los pueblos del mundo, entre ellos al nuestro.♦

Ceceña, José Luis [1966], "Inflación", México, Revista Siempre!, 678: 20-21 y 70, 22 de junio.