China 1966. En el mundo del destino

 

Cómo la vio, cómo la juzga, un hombre de Siempre!

El pasado, el enemigo. Un pasado de ignominia es lo que China quiere destruir. Y junto a sus templos milenarios que hablan de una vida sensual, artística, noble en el más completo sentido del término, está presente también un recuerdo de humillación y de explotación, dominante en las viejas costumbres, en la vieja cultura, en el viejo estilo de vida. La batalla de Mao Tse Tung para imponer sobre las ruinas del pasado un presente de dignidad -una batalla que a muchos ha horrorizado y a otros extrañado-, es explicada en este artículo por José Luis Ceceña.

La República Popular China ha cumplido sus 17 años de vida. Una “nueva generación” ha surgido ya, generación que se ha desenvuelto en las nuevas condiciones creadas por el triunfo de la Revolución. Esta generación no sufrió los horrores del antiguo régimen.

No ha padecido, las “hambrunas” que diezmaban la población china y que obligaban a los padres a pedir limosna, y cuando ello no bastaba, hasta a vender a sus propios hijos por unas cuantas raciones de arroz. Ni fueron testigos de los casos de antropofagia que fueron frecuentes en las grandes calamidades.

Tampoco los jóvenes de la “nueva generación” sufrieron las humillaciones de los terratenientes y de los explotadores extranjeros que trataron a los campesinos y a los obreros en peor forma que a siervos o esclavos, y sobre los que ejercían el “derecho de pernada” y más.

Los jóvenes que ahora transitan libremente por todos los confines de China y que materialmente invaden parques, museos, los palacios gubernamentales, etc., no vivieron los tiempos en que estaba vedado al pueblo chino acercarse a la “Ciudad Prohibida” residencia de los Emperadores, o al “Palacio de Verano”, lugar de recreo de los gobernantes. Tampoco pudieron ver los letreros que en las “concesiones internacionales” de Cantón, Shanghai, Pekín y Tien-sin, prohibían la entrada a “los perros y a los chinos”.

Esa “nueva generación” se ha encontrado “la mesa puesta”. Come bien, tiene grandes oportunidades de estudiar y prepararse, dispone de centros deportivos, de bibliotecas, de museos, etc. Es una juventud que ha sido el centro de las atenciones del nuevo régimen. Por eso es una juventud ágil, vigorosa, preparada y optimista.

Pero esta “nueva generación”, por no haber sufrido los horrores de los viejos tiempos, y por tener el camino expedito para su desarrollo, puede tender a dedicarse a “vivir bien”, olvidándose de que todo lo que tiene ahora y que fue vedado para sus padres, es resultado de la transformación económico-social que ha operado en su país.

Si esto sucede, el socialismo no se consolidará y el capitalismo puede entronizarse de nuevo en China, con todas sus consecuencias. Porque esta “nueva generación” dentro de poco tiempo ocupará los puestos de mando en las fábricas, en las comunas, en el gobierno, en los cuadros políticos y en el ejército.

Esta es una de las más importantes razones de la Revolución Cultural Proletaria, según se deduce de los planteamientos que hacen los dirigentes chinos y de las numerosas conversaciones que tuvimos oportunidad de sostener con funcionarios y amigos chinos.

La mística revolucionaria, palanca de la producción

En este año de 1966 se inició el Tercer Plan Quinquenal Chino. Las metas, como es costumbre en todos los países socialistas, son muy ambiciosas. Con el Tercer Plan se trata de consolidar la estructura industrial del país, incrementar substancialmente la producción agrícola, consolidar y ampliar las comunas populares, ampliar enormemente las vías de comunicación y los medios de transporte, incrementar la base energética, especialmente electricidad y petróleo y ampliar los servicios públicos y la base alimenticia del pueblo. Esto, además de la preparación militar que está siendo objeto de una atención especial y que consumirá grandes recursos.

Para alcanzar y aun rebasar las metas del plan quinquenal los dirigentes chinos descansan primordialmente en la preparación ideológica de la juventud, de los obreros, campesinos y también de los soldados. Consideran que el principal resorte que debe mover al pueblo es el de su convicción revolucionaria. Esta es otra razón que explica la Revolución Cultural Proletaria, la que por una serie de medios está tratando de crear y robustecer la mística revolucionaria, la voluntad y hasta el sacrificio de todos los sectores para construir la base económica del socialismo.

La base de la preparación ideológica es el pensamiento de Mao Tse Tung. Por todos los medios posibles se educa al pueblo con base en las enseñanzas del Presidente Mao. Por eso se hacen ediciones gigantescas de las obras de Mao, tanto en forma condensada (el librito rojo) como en la forma de ediciones de las obras completas.

Cuando se visitan las comunas populares, las fábricas, las universidades, los institutos, etc., se constata la influencia decisiva que tiene el pensamiento de Mao en la conducta de todos ellos. Y seguramente esa gran influencia se debe a que el pueblo ve en el dirigente chino el símbolo de la transformación de su país, y además, a que las obras de Mao han sido producto de la larga lucha del pueblo chino por su liberación. En ellas, los jóvenes, los obreros, los campesinos y los soldados encuentran un manantial de inspiración y fortaleza para redoblar sus esfuerzos por la construcción socialista.

La revolución cultural contribuye por otros medios también a la revolución económica. Uno de ellos consiste en la idea de que todo mundo debe ser un factor productivo. No solamente los obreros y los campesinos, sino igualmente los soldados, los estudiantes y jóvenes en general, así como los empleados del gobierno. Este es uno de los aspectos que más llama la atención al visitante. Los obreros y campesinos no solamente trabajan las horas reglamentarias, sino que en su tiempo de “ocio”, desarrollan labores productivas en mil formas. Los soldados, por su parte, son a la vez miembros del ejército y factores productivos muy importantes.

Por lo que hace a los estudiantes, se encuentra en marcha toda una reforma educativa. De acuerdo con ella, se trata de revisar los planes de estudio para eliminar las materias irrelevantes, y concentrarlos en las materias fundamentales. También se intenta reducir los años de estudio, sin lesionar la profundidad de los estudios. Y finalmente, se desea experimentar con un sistema de estudio y trabajo. Ya existen universidades e institutos llamados de tiempo parcial, que están combinando los estudios con el trabajo. De acuerdo con esto, los estudiantes se están convirtiendo en un poderoso factor de producción (son muchos millones). Tuve la oportunidad al visitar la Comuna de la Amistad Chino-Vietnamita, cerca de Pekín, de ver la llegada de unos doscientos estudiantes de una universidad adyacente, que iban de voluntarios a la comuna para ayudar en las labores de cosecha. Este es un fenómeno común en la China de hoy.

Les empleados del gobierno también contribuyen de manera importante a la producción. Tienen el deber de trabajar, comer, dormir, vivir con los trabajadores del campo y de las fábricas. Esto pude comprobarlo, cuando al llegar en Pekín conversé con viejos amigos, como el señor Shu, que organizó en México la Feria en 1963, y que mostraba las manos callosas y la piel tostada por el sol, porque acababa de regresar de una comuna en donde había estado trabajando durante un período de tres meses.

Para los dirigentes chinos, tiene una gran importancia que todo mundo realice trabajo manual. No solamente ayuda a elevar la producción, sino que contribuye a que los empleados del gobierno, los cuadros políticos, los estudiantes, los soldados y los intelectuales fortalezcan su ideología proletaria y no se alejen de los trabajadores de la ciudad y del campo.

El peligro de guerra

La Revolución Cultural obedece también a que se considera que el peligro de guerra con el imperialismo americano es muy grande. Por todas partes percibe uno el convencimiento del pueblo chino de que el imperialismo norteamericano está dispuesto a lanzarse contra China. Se informa de constantes violaciones de la aviación de los Estados Unidos de la frontera sur de China. Recientemente se produjeron grandes manifestaciones de protesta por el hundimiento de un barco chino en el Golfo de Tonkín en el que perdieron la vida 9 ciudadanos chinos y muchos más fueron heridos. Se afirma también de que en realidad los Estados Unidos han estado en guerra con la China Popular en forma permanente. Se cita a Formosa, como una “isla cautiva” de los norteamericanos; se recuerda la guerra de Corea como un episodio contra China y ahora la guerra de Vietnam como un intento de los Estados Unidos para envolver a China en la guerra. También Hong Kong se considera en manos de los norteamericanos, ya que unidades norteamericanas (destroyers, cruceros, porta-aviones y hasta submarinos atómicos), “visitan” constantemente la bahía.

Frente a este peligro, China considera que debe templar el carácter de su pueblo y fortalecer su ideología para que defienda a su país y al socialismo. A este respecto la posición china se resume en la sentencia que uno escucha por todas partes: “No queremos la guerra. Pero si el imperialismo norteamericano nos la impone, lucharemos con firmeza hasta destruirlo”.

Los dirigentes chinos tienen la convicción de que esa actitud del pueblo chino hará pensar muy bien a los Estados Unidos en su conducta hacia China. Que es la forma de alejar la guerra. Que si ellos muestran miedo a la guerra, en cambio, eso alentará al imperialismo y se hará más belicoso. Que si el pueblo chino, y los demás pueblos asumen una actitud de resistencia y de lucha contra el imperialismo, éste no se atreverá a atacar y se convertirá en “un tigre de papel”.

Ceceña, José Luis [1966], "China 1966. En el mundo del destino", México, Revista Siempre!, 695: 20-21, 19 de octubre.